Esta frase y su
hermana “suave con las personas, duro con el problema”, principal pauta del
esquema de negociación de Harvard, es de las más recurrentes en el coaching
para las relaciones interpersonales, especialmente cuando existe un conflicto.
En una clase
sobre negociación surgió una conversación interesante sobre la tendencia que
tenemos de encarnar el problema en
una persona o grupo. Es una manera de simplificar una situación a la medida de
la parte racional de nuestra mente. Es
como si necesitáramos convertir el problema en conflicto (confrontación entre
yo o nosotros y otro u otros) para poder masticarlo mejor.
Seamos realistas,
nuestra capacidad de percibir la realidad es muy reducida y aún después la
distorsionamos en gran medida. Si a esto unimos la complejidad del
comportamiento humano, de sus motivaciones e historias auto-creadas, la consecuencia
es que “separar las personas del problema” requiere de una habilidad casi
quirúrgica.
Sorprende hasta
qué punto realizando algo virtual como los role play (interpretaciones de
situaciones que hacen los participantes en formaciones de habilidades personales),
las personas se identifican absolutamente con cada papel, teniendo una gran
facilidad para encarnar una posición
dentro del problema (sobre todo cuando se hace bien).
Tenemos esa tendencia a encarnar en nosotros
mismos un extremo del conflicto y a ver a la otra parte encarnando el otro
extremo… ¡nuestra razón prefiere simplificar de esta manera! Esta es la
principal causa de que el conflicto llegue a incendiarse.
Tal y como
posiblemente hayas observado en los conflictos o negociaciones reales, la
solución se alcanza cuando se deshacen las posiciones rígidas (y los roles
muchas veces) de partida y se ponen en común los intereses que esas posiciones
querían defender.
Encarnar el
problema en otra persona significa definirlo como una lucha entre dos partes.
Esta es la estrategia que utilizamos habitualmente, pero ¿hay alternativas?
Hay algo que a
veces hacemos intuitivamente y que podemos utilizar con más frecuencia… ¿Qué sucede
cuando pasamos de encarnar un conflicto en una persona a observar la situación
desde una tercera perspectiva, desvinculada
de las dos partes por igual? Es como verse en una televisión con ojos vírgenes,
desapegados. Esta es una herramienta muy utilizada en coaching (procedente de
la PNL) y que proporciona alternativas diferentes y muy creativas.
Desde esa
posición de observadores, seremos conscientes de los pensamientos y emociones que
nos provoca nuestra limitada perspectiva y de cómo afecta eso a nuestro
comportamiento. En ocasiones nos sentiremos extraños, no nos reconoceremos comportándonos
así.
Por otro lado,
esa perspectiva alejada nos descubre nuevas motivaciones, circunstancias, etc
de la otra parte, que nos permite comprenderla mejor.
Lógicamente, esta
conciencia más completa de la realidad nos permite ver qué efecto hemos podido
producir en otros, para quienes nos hemos convertido en la encarnación del problema. Tras este diagnóstico “liberador”, las
nuevas alternativas y los nuevos comportamientos fluyen y la solución está
mucho más cerca.
Ser suave con las
personas y duro con el problema no es fácil, pero… ¿alguien dijo miedo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario